domingo, 31 de mayo de 2009

Suicide Letter

Originalmente escrito el 17/12/08. Cosas 'superadas', amargamente posteadas.
Este 'poema' ya no es mío.


Hola.
Otra vez te vuelvo a escribir.
No sé por qué lo hago, quizas nunca lo sepa.
No sé por qué te amo, quizas nunca lo sepa.
El viejo dice por la biología, calentura de juventud.
Tu me cuentas de la gente y el zumbido de sus moscas que confunde.
No es la primera vez que me lo recuerdas.
El amor es voluntad, el amor es elección.
Qué diferente es el mundo cuando te quieren.
Hoy quiero contarte mi punto de vista.
¿Cuántas veces te he llamado?
¿Cuántas he pedido por tus halagos y no hay ni desprecio?
¿Cuántas cartas te he escrito y nunca han llegado?
¿Cuántas palomas he enviado a tu presencia para ser devoradas por el vacío?
¿Cuántas flores planté en la tumba de un amor, solo para que el tiempo las marchite?
¿Cuántas flechas descabezadas volaron raudas a tu corazón?
Todo inútilmente.
Nunca me perdonaste.
Nunca olvidaste cuanto te lastime.
Mutilé tu triste inocencia.
Ahorqué tu voluntad para poder controlarte.
Abuse incontables veces de tu bondad, violandola sin piedad.
Mil, cien mil puñaladas a tu corazón, no te maté.
Seguiste andando.
Crees perdonarme, pero no quieres.
Aún te amo. Te amo.
Solo quiero que vuelvas.

Yo mismo me he preguntado:
¿Por qué te sigo amando?
¿Para qué quiero que me perdones, sabiendo el infinito mal que te hice?
Solo te quiero de vuelta.
Solo quiero ver tu corazón.
Solo quiero tener tu alma
para dar las mil puñaladas que me faltan.

martes, 26 de mayo de 2009

Gray

"Mike y yo hicimos este juego como un experimento, para ver si podíamos expresar esta pequeña idea únicamente a traves de la jugabilidad. Les pedimos que sean pacientes mientras lo juegan e intenten lo mejor posible terminarlo. [...]

Gracias por jugar y mantener una mente abierta!"


- comentario del autor

miércoles, 6 de mayo de 2009

Mail

Ella se levantó emocionada. Hoy era el día en el que recibía su tan esperado e-mail. La ventana, con sus persianas siempre descorridas, permitía la entrada de la bella luz del amanecer, la cual inundaba el cuarto con una calidez ambarina. Encendió su computadora, al tiempo que ponía a calentar agua para el té. Los usuales pitidos y chirridos del ordenador daban inicio a un nuevo día. Al tiempo que calentaba sus manos con el vapor de la taza, ingresaba a la página de su correo, para luego tipear nombre y contraseña. 1 mail nuevo. Con un clic abrió el mensaje. Bellas palabras, interesantes opiniones, su hermosa carta usual. Ella lo conocía desde hace años, tiempo atrás durante su época de estudiante de secundaria. Como buena parte de su generación, tuvo muchos amigos 'On-Line', de lejanos países. Gran parte de esas relaciones desaparecieron con el tiempo, algunas por simple desgaste, otras por un cambio de mail. Sin embargo, él se mantuvo allí, siempre dispuesto a escucharla y brindarle ayuda. Tanto cariño... Eso la intrigaba, y la mantenía interesada en él. Ella aún recuerda sus escapadas al cyber de madrugada para leer sus mails, su siempre creciente deuda con el chino e incluso la reciente compra de la flamante computadora en la que hoy revisa sus mails. Desde que comenzó a vivir sola, la melancolía de la soledad solía atraparla en descendentes espirales de depresión. Algunas veces, solo sus mails lograban sacarla de allí. Incluso algunos, impresos en papel, decoraban las vacías paredes de aquel monoambiente del duodécimo piso en el que pasaba sus días. Ella le debía tantos momentos felices.

Aquella tarde, observando las nubes correr detrás del rojizo sol, lo decidió. Quería conocerlo en persona. Ella sabía, por ciertas cosas que él dejaba notar en los mails, que él vivía en el mismo país. A esa altura de la relación, a ella no le importaba tener que viajar kilómetros y kilómetros para verlo. Ni tampoco él mantenerlo por unos días en su casa, si él decidía viajar a verla. Tendrían tantas cosas de las cuales hablar que seguramente no dormirían durante toda su estadía. Riéndose entre dientes de esa idea, escribe un mail con la proposición. Quería conocerlo en persona. El pequeño cartel, que indicaba que el mail había sido enviado con éxito, dio comienzo al resto de la rutinaria semana.
La respuesta no llegó al viernes siguiente, ni tampoco al otro. Un mes había transcurrido desde que ella envió su pregunta. La tristeza en la que se sumergió durante ese tiempo era gigantesca. El tiempo avanzaba solo en lentas brazadas, como en un mar de petróleo, un mar negro, espeso e inflamable. Ciertas noches, más oscuras que otras, un cuchillo recorría sus paredes, dejando marcas invisibles al exterior, devanando palabras de tinta, destrozando algunos recuerdos, que incluso inmateriales acosaban como fantasmas. Otras noches, aún más oscuras, se apoyaba en su ventana a mirar el gris horizonte citadino, escrutando el ridículamente esperanzador vacío que se abría frente a ella. Aquel vacío... verdaderamente era una larga caída, suficientemente larga para que el viento desgarre todo pensamiento. Luego de varias semanas, cerró por primera vez las persianas de su monoambiente, buscando ignorar aquella inmensa nada que la llamaba.

Una noche, oscura como tantas otras, sus ojeras húmedas miraban el monitor, mientras sus dedos desesperanzados tecleaban usuario y contraseña. 1 mail nuevo. Tragó saliva. Con la tensión recorriendo su cuerpo, hizo clic sobre el mail y lo abrió. Era de él. Cuatro palabras oscurecían la blanca pantalla: "No cierres las persianas". Se detuvo unos minutos, leyendo y releyendo esas palabras. Se levantó de su silla y fue hasta la ventana. Con sus temblorosas manos descorrió las persianas. Afuera, la luna nueva cubría de sombras la ciudad. Ni el gris horizonte respondía su mirada. El vacío se veía tan encantador esa noche.