lunes, 23 de marzo de 2009

Storytime

¿Recuerdas aquel atardecer, teñido de un naranja intenso, en el cual iniciaste mi desdicha? espero que si. Yo, por mi parte, podría recitar cada palabra de nuestro inocente dialogo como si hubiera sucedido hace solo minutos.
- ¿Qué estas haciendo? - Te abalanzas sobre mi espalda, perturbando mi concentración.
- Escribiendo un cuento, así que te pido si por favor...
- ¡Que bien! He querido preguntarte algo desde hace tiempo, sabes... ¿Por qué nunca has escrito sobre mí?
- No es cierto... siempre me inspiras.
- ¡Pero nunca has escrito un cuento sobre mi!
Tu dulce expresión, exquisita mezcla entre inocencia y real tristeza, pudo más que mi dura cabeza.
- Ok, tienes razón, nunca escribí nada acerca tuyo... - Dudé, medité unos segundos lo que iba a decir a continuación - ...más que nada, porque tengo miedo de...
- Quiero ser la protagonista de un cuento tuyo.
- ¿Por qué?
- Quiero ver que es lo que verdaderamente piensas de mí, que bondades y defectos observas en mi persona. Y además siempre quise ser una heroína.
- Tengo miedo de no poder hacerte feliz en él...
- Si puedes hacerme feliz en la realidad, no veo por qué no vas a hacerlo en la ficción. Vamos, escribe una linda aventura para mí.
Mi manera de escribir siempre ha tenido una pequeña cualidad. Mis personajes estaban vivos. Es decir, yo solo proponía un guión, ciertos eventos reguladores, pero cuando comenzaba a escribir eran ellos quienes interactuaban por su cuenta. Pequeños seres viviendo, conviviendo dentro de mi proceso creativo. Esto particular manera de escribir me llevó a descartar a personajes reales para historias ficticias. Nunca pude representarlos sino como torcidas e irreconocibles sombras de los verdaderos. Con ella fue mi primera vez. Realmente era algo que me desagradaba, pero ella siempre supo conseguir lo que quería. Yo no fui la excepción.
Comencé con un simple cuento extensamente descriptivo. Borbotones de adjetivos, cuantiosos adverbios, pero sutiles y etéreos verbos, buscando modificar lo menos posible su situación. Más que un relato, aquello era una crónica, una larga enumeración de las virtudes que ella poseía. Leyendo brevemente el manuscrito, ella lo desdeñó, arrojando en un cesto el papel arrugado. Un cuento, me pidió nuevamente. Garabateé, entonces, un breve relato, un compendio de la felicidad. Catorce hojas dedicadas a contar la alegre historia de una joven damisela, quien conoce a un apuesto muchacho, heredero de un anciano conde. Juntos recorren las maravillas de la campiña francesa en la década de 1910, donde tras un prolongado cortejo deciden expresar su eterno amor con un gran festejo de luz y jolgorio. 'Catorce hojas desperdiciadas', en estrictas palabras de ella. Ella deseaba un cuento emocionante, una historia que tuviera aventura, romance, engaños, peligros. Un relato que se expresara complejamente, capas sobre capas, en fin, un cuento como la vida real, no una aburrida y tediosa farsa nupcial, de la cual ya estaba decididamente harta. Concentre mis fuerzas, mirando hacia la abismal hoja en blanco. Suspire, mientras trataba, quizás inútilmente, de consolarme pensando que hasta la más larga novela empieza con una palabra...
Entonces empecé con aquel gigantesco cuento, aquel que contaba las peripecias de la princesa del antiguo reino, en cuya infancia fue raptada por los nómadas y llevada al desierto profundo. Criada en adversas condiciones, durante aquella terrible niñez se vio obligada a luchar contra los beduinos, los cruzados y los mongoles. Estos últimos, en una absurda venganza, aniquilaron durante la noche a todo su pueblo. Ella logró sobrevivir, escondiéndose bajo los cadáveres de sus padres adoptivos. En la desesperada huida se unió con unos piratas del mediterráneo, con los cuales aprendió los secretos de los mares. Durante su juventud, fue conocida como la Bruja de las Tormentas, en honor a su cabello casi cano y desordenado. Al mando de cincuenta hombres y una voluntad indómita aterrorizó los puertos de todo el viejo mundo, desde Portugal al Líbano. Durante un saqueo, un antiguo paje de su verdadero padre la reconoció y antes de morir bajo sus impiadosas manos, él le dijo que sus padres aun la estaban buscando. Confundida, trastornada por recuerdos de una infancia que no tuvo, decide volver a tierra a buscar a su verdadera familia. Dejando su flota a manos de su leal contralmirante. Surcando las tierras del norte, buscó de oeste a este su antiguo hogar, utilizando métodos poco ortodoxos para mantenerse con vida. Estos métodos le valieron un precio muy alto por su cabeza. Cazadores de recompensas de toda Europa siguieron sus pasos. Solo cuando tuvo una leve pista acerca del paradero de su parentela fue capturada. Enamoró al verdugo y huyeron juntos como amantes fugitivos. Su casi verdugo le confesó que era el heredero de un reino caído en desgracia, reducido a cenizas por el disciplinado ejercito germánico, la reina tomada prisionera y el rey muerto en la guillotina. Para sorpresa de ambos, comparando historias se enteran que sus padres eran los mismos, haciendo de ellos dos hermanos...
Por supuesto que esto es tan solo un resumen. Sería imposible reunir aquí aquel cuento en su totalidad. No se si fue por el énfasis del pedido de mi amada, o la real vida que tomo su personaje en mi cabeza, pero el sufrimiento en su vida fue aumentando, sazonada cada tanto de una esporádica y amarga felicidad. Acaso siempre quiso una real felicidad junto a su incestuoso hermano, no aquel artificio de ficción que le ofrecí en principio. Nunca pude saber si esa historia consiguió satisfacer su deseo. No tan accidentalmente, mi filosa pluma llegó a matarla, aunque allí no terminó el cuento.
Siete años han pasado desde entonces, en esta fría y oscura prisión. Ahora, después de tanto tiempo, finalmente puedo dedicarte un cuento como vos lo deseabas. Un cuento crudo y verdadero, real como solo la ficción puede serlo.

Te lo dedico a vos, querida mía, con todo el amor del mundo.