viernes, 10 de abril de 2009

Elements

Aire, fría separación, último abismo entre dos seres
Fuego, calor que envuelve, crea y destruye
Agua, eternidad que cubre, cura y desprecia
Tierra, palabra que dura, firme bajo mi cabeza


Aire, como cuchilla sesgando la comunión de las almas
separa mi cuerpo del tuyo, sangres iguales y aisladas
solo el aire me permite verte
mis ojos solo observan en un sentido.

Fuego, la fuerza vital que convierte
tierra en cenizas, aire en humo, agua en vapor
toma lo inerte y con ello crea luz
aunque destruyendo en el proceso.

Agua, la materia que todo lo envuelve
defensora de la tranquilidad, partidaria del movimiento
nada más ordenado que una laguna en un día calmo
nada más caotico que una tempestad en altamar.

Tierra, esencia de la estabilidad, la estructura
el preciado lugar donde podemos construir
único refugio sobre el que podemos pararnos
para mirar las estrellas.

lunes, 23 de marzo de 2009

Storytime

¿Recuerdas aquel atardecer, teñido de un naranja intenso, en el cual iniciaste mi desdicha? espero que si. Yo, por mi parte, podría recitar cada palabra de nuestro inocente dialogo como si hubiera sucedido hace solo minutos.
- ¿Qué estas haciendo? - Te abalanzas sobre mi espalda, perturbando mi concentración.
- Escribiendo un cuento, así que te pido si por favor...
- ¡Que bien! He querido preguntarte algo desde hace tiempo, sabes... ¿Por qué nunca has escrito sobre mí?
- No es cierto... siempre me inspiras.
- ¡Pero nunca has escrito un cuento sobre mi!
Tu dulce expresión, exquisita mezcla entre inocencia y real tristeza, pudo más que mi dura cabeza.
- Ok, tienes razón, nunca escribí nada acerca tuyo... - Dudé, medité unos segundos lo que iba a decir a continuación - ...más que nada, porque tengo miedo de...
- Quiero ser la protagonista de un cuento tuyo.
- ¿Por qué?
- Quiero ver que es lo que verdaderamente piensas de mí, que bondades y defectos observas en mi persona. Y además siempre quise ser una heroína.
- Tengo miedo de no poder hacerte feliz en él...
- Si puedes hacerme feliz en la realidad, no veo por qué no vas a hacerlo en la ficción. Vamos, escribe una linda aventura para mí.
Mi manera de escribir siempre ha tenido una pequeña cualidad. Mis personajes estaban vivos. Es decir, yo solo proponía un guión, ciertos eventos reguladores, pero cuando comenzaba a escribir eran ellos quienes interactuaban por su cuenta. Pequeños seres viviendo, conviviendo dentro de mi proceso creativo. Esto particular manera de escribir me llevó a descartar a personajes reales para historias ficticias. Nunca pude representarlos sino como torcidas e irreconocibles sombras de los verdaderos. Con ella fue mi primera vez. Realmente era algo que me desagradaba, pero ella siempre supo conseguir lo que quería. Yo no fui la excepción.
Comencé con un simple cuento extensamente descriptivo. Borbotones de adjetivos, cuantiosos adverbios, pero sutiles y etéreos verbos, buscando modificar lo menos posible su situación. Más que un relato, aquello era una crónica, una larga enumeración de las virtudes que ella poseía. Leyendo brevemente el manuscrito, ella lo desdeñó, arrojando en un cesto el papel arrugado. Un cuento, me pidió nuevamente. Garabateé, entonces, un breve relato, un compendio de la felicidad. Catorce hojas dedicadas a contar la alegre historia de una joven damisela, quien conoce a un apuesto muchacho, heredero de un anciano conde. Juntos recorren las maravillas de la campiña francesa en la década de 1910, donde tras un prolongado cortejo deciden expresar su eterno amor con un gran festejo de luz y jolgorio. 'Catorce hojas desperdiciadas', en estrictas palabras de ella. Ella deseaba un cuento emocionante, una historia que tuviera aventura, romance, engaños, peligros. Un relato que se expresara complejamente, capas sobre capas, en fin, un cuento como la vida real, no una aburrida y tediosa farsa nupcial, de la cual ya estaba decididamente harta. Concentre mis fuerzas, mirando hacia la abismal hoja en blanco. Suspire, mientras trataba, quizás inútilmente, de consolarme pensando que hasta la más larga novela empieza con una palabra...
Entonces empecé con aquel gigantesco cuento, aquel que contaba las peripecias de la princesa del antiguo reino, en cuya infancia fue raptada por los nómadas y llevada al desierto profundo. Criada en adversas condiciones, durante aquella terrible niñez se vio obligada a luchar contra los beduinos, los cruzados y los mongoles. Estos últimos, en una absurda venganza, aniquilaron durante la noche a todo su pueblo. Ella logró sobrevivir, escondiéndose bajo los cadáveres de sus padres adoptivos. En la desesperada huida se unió con unos piratas del mediterráneo, con los cuales aprendió los secretos de los mares. Durante su juventud, fue conocida como la Bruja de las Tormentas, en honor a su cabello casi cano y desordenado. Al mando de cincuenta hombres y una voluntad indómita aterrorizó los puertos de todo el viejo mundo, desde Portugal al Líbano. Durante un saqueo, un antiguo paje de su verdadero padre la reconoció y antes de morir bajo sus impiadosas manos, él le dijo que sus padres aun la estaban buscando. Confundida, trastornada por recuerdos de una infancia que no tuvo, decide volver a tierra a buscar a su verdadera familia. Dejando su flota a manos de su leal contralmirante. Surcando las tierras del norte, buscó de oeste a este su antiguo hogar, utilizando métodos poco ortodoxos para mantenerse con vida. Estos métodos le valieron un precio muy alto por su cabeza. Cazadores de recompensas de toda Europa siguieron sus pasos. Solo cuando tuvo una leve pista acerca del paradero de su parentela fue capturada. Enamoró al verdugo y huyeron juntos como amantes fugitivos. Su casi verdugo le confesó que era el heredero de un reino caído en desgracia, reducido a cenizas por el disciplinado ejercito germánico, la reina tomada prisionera y el rey muerto en la guillotina. Para sorpresa de ambos, comparando historias se enteran que sus padres eran los mismos, haciendo de ellos dos hermanos...
Por supuesto que esto es tan solo un resumen. Sería imposible reunir aquí aquel cuento en su totalidad. No se si fue por el énfasis del pedido de mi amada, o la real vida que tomo su personaje en mi cabeza, pero el sufrimiento en su vida fue aumentando, sazonada cada tanto de una esporádica y amarga felicidad. Acaso siempre quiso una real felicidad junto a su incestuoso hermano, no aquel artificio de ficción que le ofrecí en principio. Nunca pude saber si esa historia consiguió satisfacer su deseo. No tan accidentalmente, mi filosa pluma llegó a matarla, aunque allí no terminó el cuento.
Siete años han pasado desde entonces, en esta fría y oscura prisión. Ahora, después de tanto tiempo, finalmente puedo dedicarte un cuento como vos lo deseabas. Un cuento crudo y verdadero, real como solo la ficción puede serlo.

Te lo dedico a vos, querida mía, con todo el amor del mundo.

viernes, 27 de febrero de 2009

Last Night's Dream

Bajamos caminando por el camino que bordea el bosque. Estábamos llevando una ligera conversación de presentación. Yo había llegado al pueblo hace pocos días, y vos te ofreciste a enseñarme el lugar. La melancolía de tus ojos reflejaba la mía, debe ser por eso que acepté seguirte. Estiro mi mano para alcanzar tu hombro, pretendiendo un puente entre dos soledades. Tus pasos avanzan más rápido, evitan que te toque. Entonces, un par de metros al frente, te vuelves hacia mí. Conteniendo la risa, señalas una tenue forma que se alzaba en un claro, a la derecha del camino. Una delgada anciana envuelta en sucios harapos tiritaba entre el pequeño follaje. Su sucio, blanco cabello se mecía adelante y atrás casi rítmicamente, acompañando los movimientos de su cuerpo. Sus facciones ocultas entre las sombras. Tu risa distrae mi observación. "Es la bruja del pueblo ¡Huyamos!", dices alegremente mientras corres con lentitud hacia el bosque que se abría a la izquierda del camino. Un poco perturbado, trato de seguir tus pasos. A pesar de tu aparente velocidad, por cada paso mío vos te alejabas dos. Pronto te pierdo de vista en el oscuro bosque. Cansado de correr, me detengo un momento. Jadeo un poco, apoyándome en mis rodillas, trato de poner en orden mi mente para entender que es lo que está sucediendo. Oigo un ruido justo enfrente de mí, y levanto mi cabeza, esperando verte, ver tu triste, hermosa sonrisa diciéndome que es solo una broma, que soy un tonto por exagerar. No es lo que mis ojos encuentran. Un hombre pálido, grotescamente obeso, se hallaba a unos pocos metros de mí. Grandes manchas de tierra entre sus pliegues, ojos completamente negros sin pupilas, las venas de todo su cuerpo se marcaban groseramente sobre su seca piel. Estaba sostenido por unos oxidados caños y tubos de acero, que reemplazaban sus piernas, dándole una peculiar pose, entre frágil y amenazante. Sus manos formaban pinzas del mismo material. Sus oscuros ojos, fijos sobre mí.
Quise gritar, llamarte, reírme para seguir con la broma. No pude hacerlo.

sábado, 24 de enero de 2009

Babel

Otro cuento sobre torres. Si esto sigue así, va a terminar convirtiendose en una mini-serie.
Sí, se que no estuve escribiendo mucho ultimamente... debe ser que no estoy inspirado (sea lo que sea que quiera decir eso).


Babel

Hubo una vez en un prospero condado en las afueras del gran reino. El príncipe que lo dirigía era sabio y bondadoso, siempre atento a las necesidades de su pueblo. Los habitantes de aquel noble paraje, con eterno agradecimiento a la generosidad de su gobernador, decidieron alzar en su nombre la torre más grande del mundo para que todos los hombres, incluso los de los reinos vecinos, supieran que en ese lugar vivía el más abnegado príncipe. Los obreros preguntaron, "¿Hasta dónde se alzará la torre?". Los arquitectos respondieron "Hasta donde se eleve la benevolencia nuestro gran gobernador". "Hasta el cielo" fue el acuerdo tácito entre todos ellos. El príncipe, en un principio, se sintió ligeramente abochornado por tal demostración de fidelidad de su pueblo. Honestamente humilde, prefería que sus aldeanos usaran su tiempo libre en el ocio y no en la construcción de aquella pretenciosa torre. Pero, a medida que aquel monumento fue aumentando su elevación, también lo hizo la soberbia del Conde. Cuando la torre llegó a verse por encima de los muros del castillo, el príncipe redujo en 2 las horas laborales de sus súbditos, para dedicarlas exclusivamente a la construcción. Cuando la punta de la torre fue visible desde los límites del condado, las horas de descanso de los aldeanos, quienes ya no estaban tan deseosos de erguirla, fueron reemplazadas por trabajo forzado. Las ansias del príncipe eran irrefrenables. Quería que todo el mundo supiera de su incalculable bondad, que hasta el mismísimo Dios sintiera celos del amor de su pueblo. "Hasta el cielo", repitió mentalmente, mientras inclinaba su cuello para ver mejor. No mucho tiempo transcurrió hasta que la torre podía ser observada desde la misma capital. El Rey, completamente enfurecido por esa demostración soberbia de poder, ordenó a su ejército detener inmediatamente su construcción. Cuando llegaron al que una vez fue un prospero condado, huyeron horrorizados al ver el macabro espectáculo que se ofrecía al pie de la infame torre. Cientos de cadáveres, que evidentemente fueron arrojados desde la punta, rodeaban la base de la ciclópea estructura. Hombres, mujeres, niños. Todos ellos con los signos del hambre y la tortura. Hacía varios meses que la torre se elevó a tal punto que todo el pueblo debió subir a ella para continuar su construcción. Azotados, forzados a trabajar las 24 horas del día, sin descanso, muchos intentaron rebelarse. La caída era tan larga que podía gritar varias veces antes de tocar el suelo. En las alturas, sin comida y sin agua, las muertes se daban de a montones. Pronto, el ególatra príncipe era el único que quedaba. Subiendo los ladrillos él mismo, con sus delicadas manos de noble, haciendo caso omiso de una inclemente lluvia que golpeaba con furia la torre. Subió a la columna más alta de todas. Podía ver el mundo entero desde allí. Gritó a la tormenta "¡Dios, estoy aquí! ¡Mira mi poder! ¡Acéptame como tu igual!". La respuesta de Dios llegó como un rayo fulminante.