domingo, 21 de septiembre de 2008

In The Begining...

Preludio - A Merced

Cuando creó el universo y todo lo contenido en el, dejó en nuestro mundo la semilla de la vida, en forma de dioses.
Estos dioses vivieron unas largas eternidades en su estado de gran sabiduría e inmortalidad. Aburridos, decidieron crear seres para que los entretengan.
El dios de los bosques y el de la magia crearon a los elfos, bellas criaturas que aprecien la naturaleza y las artes arcanas usadas para manipularla.
El dios de las montañas y el del metal crearon a los enanos, cuya fuerza y tozudez podían transformar los inanimados recursos en maravillosas joyas y armas que los dioses nunca podrían haber imaginado.
El dios de la sabiduría creo por su propia cuenta a los inteligentes gnomos, para que combinaran la magia y la ciencia para producir algo mejor.
El dios de las travesuras creo a los pícaros halfings, quienes aprovechaban lo trabajado por sus congéneres, disfrutando y sufriendo como no podían sus creadores.
El dios de la guerra creo a los fuertes orcos, mostrando su propia versión de lo que era un guerrero perfecto.
Pero cada uno de los pueblos se quedó en sus tierras, especializando los conocimientos de su área, pero sin intercambiar nada. Sus creadores estaban enojados, al no poder mostrar que los mejores en cada faceta eran los suyos. En su ayuda acudió el dios del comercio, que creó a los ambiciosos humanos, quienes no podían quedarse quietos y abrieron los caminos entre todas las tierras, creando amistades y conflictos, pero sobre todo intercambiando información y conocimientos. Por supuesto que todos ellos (elfos, orcos, humanos) eran inmortales, ya que los dioses no conocían otra forma de la vida. Y quienes no morían en una batalla, seguían vivos, aprendiendo más y más.
El dios del tiempo, que además de ser inmortal era atemporal, vio las graves consecuencias que traería tanta acumulación de saberes, tanta que no solo pondría en peligro la comodidad de los dioses como seres supremos, si no la misma existencia del universo. Por ello el dios del tiempo creo a su subordinada principal, La Muerte, la cual asignó un fin natural a cada una de las criaturas creadas irresponsablemente por los dioses.
A los engreídos elfos, cinco siglos de existencia no le bastaban para asumir que los conocimientos no arcanos también eran útiles. El resto de las criaturas eran más abiertas a lo extraño, así que le fueron concedidos trescientos años de existencia. Pero había una excepción. La ambición de los humanos era desmedida, no solo en lo comercial sino en la sabiduría. El dios del tiempo sabía que era la raza más peligrosa, así que La Muerte no permitió humano más viejo que cien años.

Viendo esto, los humanos decidieron, desde ese momento y para siempre, guardar el conocimiento en libros...

domingo, 14 de septiembre de 2008

Seafarer

Ser sin ser
atavio del destino
olvido mi parecer
escapo del camino
perenne en el tiempo
ignora los sentidos
eventualmente siento
que en él estoy perdido
confiando en un norte
ajeno a los vecinos
aferrándome al arte
como brújula del marino
sin embargo siempre olvido
en el mar estoy vencido
si se asoma la tempestad
perpetrada con estilo
no necesita de maldad
para acabar con mi navío
requiero de piedad
para terminar mi travesía
para alcanzar la verdad
el fin de esta poesía
algun sentimiento transportar
(no quiero nombrarte, analía)
a traves de esos ojos de mar