domingo, 25 de octubre de 2009

Flower

Si alguien hubiera visto
lo que vi ese día
entendería mi compañero
la locura que me invadía
un mar de rosas, lirios
orquídeas, claveles, petunias
ondeando con su aroma el viento
eliminando cualquier penuria
del que se atreviera a mirar
el fulgor de ese mar anaranjado
aunque solo sea al pasar
extasiado por la visión
de los frágiles, flexibles pétalos
embadurnando la acera
que me conducía a mi misión
sobre aquel océano de luz
de claras notas de campo abierto
de azul marino, rojo sangre
níveo blanco, celeste
se alzaba sobre su trono plateado
de cascabeles lumíneos
la flor primigenia
la Aleph, la última
la que encerraba en su vientre
toda posibilidad del universo
sus estigmas volaban
lejos de su cabeza floreada
sus brazos acariciando
la maraña de espinas que sensuales
recorrían su piel llena de marcas
marcas de vidas, marcas de sueños
que osaron tocar su fulgor nocturno
debo cortar esa flor, me dije
llevarla a un lugar seguro
me acerqué descalzo a la orilla
del eterno mar de flores
las púas sangraban mis pies
arrancaban gemidos escarlata
de mis brazadas, esforzados y débiles
intentos de nadar
llegué llorando al altar de mi flor
enamorado de tantas flores a lo largo del camino
siete marcas en mi pecho, dos en mi cabeza
otras nueve en mi corazón
la fálica espada plateada
pretendió cortar a la reina
tan solo para ser destrozada
quemada y resignificada
por la corte imperial
vamos a cazarte, dijeron
a ti y a los de tu clase
guerreros de metal brillante
armaduras huecas, corceles galantes
la primera flor me miró
mientras su brillo me cegaba
me envolvió en su etéreo resplandor
sin siquiera tocarme
quise ofrecerle mi sangre
pero no la aceptó
me uní al sequito de ciegos
que siguen mirando la luz.

martes, 6 de octubre de 2009

Mermaid

Vivia una sirena en las profundidades de una cueva que se abria cerca de un antiguo acantilado. Aquella sirena tenia una particularidad: sus lágrimas, al tomar contacto con la salada agua de mar, se convertian en maravillosos diamantes. Desde pequeña fue conciente de su habilidad. La descubrió cuando un tenaz arpón, apuntado a un gran pez, pasó junto a su lado rasgando la piel de su brazo. Por esto fue que desde pequeña se aisló del resto de la comunidad, evitando su compañia. Sabía de la avaricia y de los peligros que acarreaba.
Es entonces que, en su solitaria cueva, decidió explotar al maximo su dolorosa habilidad. Descubrió que la forma de los diamantes que lloraba dependian de la herida que los provocaba. Un pequeño pinchazo creaba diminutas cuentas. Un corte a lo largo de la espalda daba una exquisita forma tubular, ligeramente curvada. Una herida en el vientre permitia formas abombadas, pulidas y de variados tamaños, dependiendo de que órgano se hubiera dañado. Los golpes en la cabeza causaban imaginativas e irregulares formas, piedras que parecian de sueño. Una puñalada rauda en el pecho creaba la forma más maravillosa, un brillantisimo diamante con forma de corazón.
Mientras descansaba de sus heridas, entretenia sus días contemplando el siempre creciente monton de piedras preciosas, producto de su dolor, que guardaba en lo más recondito de su guarida, escondidas de la vista de cualquier curioso que se atreviera a acercarse a la sirena hermitañia.
Seguramente su afán por llegar al limite de su potencial le haya costado la vida, haciendose un daño mortal para conseguir el diamante más grande que se haya visto jamás.

Enterado de esta leyenda, el explorador emprendió la busqueda de la cueva de aquella sirena. Años de investigación y aventuras lo condujeron hasta un petreo acantilado donde se decía que hace siglos vivía una huraña sirena cubierta de cicatrices y reacia a las visitas. Equipado con un traje de buzo y la experiencia de todos sus años, se aventuró en las profundidades de aquella cueva.
Halló un laberinto. Luego esqueletos de pescado y restos antiguos de comida, en lo que parecia ser el cuarto principal. Encontró instrumentos de tortura, y un cuarto cuyos contenidos aterrorizarían al más valiente. Finalmente tropezó con una oculta puerta, cubierta de símbolos. Estaba seguro de que del otro lado se encontraba el grandioso tesoro de las lagrimas de la sirena. Pesada y reforzada, tardó mucho tiempo en poder moverla. Expectante, saltó sin pensarlo dentro de aquel pequeño cuarto. Solo encontró un montón de carbón y un fantasma agradecido.