jueves, 29 de noviembre de 2012

Dream

I had a dream, and the dream was alive
the dream was growing like dying star
bigger and bigger, through threads it glides
I shared the dream with minds alike
a lot of words the dream inspired
eating the flows of the life inside
tentacles sprouting, touching, then die
a loving memory of the times afar
the dream had dreamt, inception ignites
infinite dreams the dream have had
it dreamt of me, it dreamt for miles
it dreamt of the masks that decay outside
the dream was big, as big as mine
the dream exploded, with barely a sign
as colours expand, swell and divide
the pieces we breath borrowing time
because the dream was dream, a dream to have
the dream I dream, a dream of lies.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Afar from the shore

Living doll full of sand
precarious sews across fingers
water only makes
the movements
heavy
so
slow
solely
for an unknown all-seeing eye
that makes the impossible
not that far away.

martes, 30 de octubre de 2012

Weave

Quiero bailar inconciente
entre los edificios que se van alzando
hasta nubes de algodon
tejidas de sueños olvidados
por una mano que, piadosa,
envía su dedo acusador
al rincón de la alegría
que viaja fina entre agujas
de metal encandilado
por la luz que escapa de las nubes
de algodón, que apelmazan
los sueños que la mano
dejó entre el polvo, con
un solo dedo acaramelado
rematado en un ojo, que mira
inquieto una comisura ambigua
descendiendo entre fosas
que rebalzan de luz quieta
esperando el temblor de las máquinas.

sábado, 6 de octubre de 2012

Drop

Soñaba con ser un alga
y nacer como semilla en el agua
rodeado de ese amor paciente
que solo se mueve

cuando uno lo empuja

soñaba las ramas
    que trepan lejos
                              lejos de
                                             ahí
embebido en formól

pero arriba,
solo crecen los hongos

que
       dejan
               caer
                 
                     de


       a


poqui
         to


       alg

      
            un


                   a



           s

                 es

            p
        o
              r


                  a
            
              s

    qu
         e

tocan
el suelo
pero,





muy





 des




 pa



cio,






suave.

la semilla quiere
el tierno abrazo de
la tierra, que el aire le negó.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Apple(s)

A veces puedo escribir cosas sin pretensión, ¿no?


Crimson Delicious

Cae la noche mientras entro a mi oficina. Dejo la espada reglamentaria en el perchero mientras mi asistente me recibe con la primera espirituosa de la jornada. “Charles, hay una cliente.”. Hace un extraño énfasis en la ‘a’. “No me llames Charles. Soy ‘Sr. Detective’ para vos.”. En este barrio solo hay prostitutas y narcos, y no tengo ganas de otro tiroteo en un triángulo amoroso. Estoy por cancelarle a través del intercom cuando ella entra de prepo a mi oficina. Ni prostituta ni narco, pero podría ser lo que quisiese. El escote me apunta con tanta furia que quiero empuñar mi arma en este instante, pero el medallón que esconde el pezón izquierdo me contiene. Nobleza, sangre azul contrastando con su vestido rojo. Quien lo diría, en este barrio de mala muerte.
Se llama Ringo, me dice, pero se hace difícil escuchar esa voz lamedora, mirar las esmeraldas que tiene de ojos y esquivar el abismo del escote al mismo tiempo. Me dice que está en peligro, que alguien quiere asesinarla. “¿Por qué?”, le pregunto. “En el castillo no gustan de mis… costumbres”. Inquiero sobre tales asuntos, pero un vaivén de sus ojos de dragón me dicen todo. Me entrega tímidamente un papelito, con dos palabras escritas, y un número. Nos miramos fijo, y algo explota alrededor. Vapor cálido. Tal vez a mi asistente se le cayó la pava, o algo así, pero no importa mucho. “¿Con qué va a pagarme?”. “Ya veremos…”, dice, mientras se muerde levemente el labio inferior.
Me da ternura. Debe tener 3 años menos que mi hija, y sin embargo está tan desarrollada. Le ofrecí quedarse, hasta que juntase pruebas suficientes para encarcelar preventivamente a los malhechores. Pero rechaza la oferta con altura. Se levanta de la silla y emprende hacia la puerta. “Tengo con qué defenderme”. ¡Ay, el escorpión! Que vaivén de despedida. De haberlo sabido, la hubiese echado antes para ver esa manzana estallar en rojo.

Madrugada. Mi asistente me despierta tocándome el hombro. “Charles, teléfono”. La reprendo con un correctivo al tiempo que atiendo. La dureza mañanera se deshace, flácida. La manzana había muerto. Encontraron su cadáver colgado de un árbol, el vientre atravesado por una rama certera. Imaginando ese culo flotando inerte a metros del suelo, el mundo se vuelve un lugar gris y blando.
Mientras mi asistente me quita el pijama y me viste con la armadura, recuerdo el papel que Manzanita me entregó la noche anterior. Dos palabras y un número. “Los 7 escasos”. Ya se donde empezar.

McIntosh. Bigote ancho, reloj pulsera de oro, pelada incipiente. Carterista en la peatonal del centro, seguramente gana en un día el doble de lo que consigo por mes. Me cuenta que fueron amantes durante un año, hace mucho tiempo, cuando ella era aun una tierna adolescente.

Allington Pippin. Número par de anillos en cada mano, botas largas, bigote ancho. Maneja una casa de empeño en los barrios bajos. Mientras limpia un cetro de dudosa procedencia, confiesa que solo cogieron 3 veces, durante una aventura que tuvieron el año pasado.

Newtown Pippin. Gemelo de Allington, número impar de anillos en cada mano, saco largo, bigote ancho. Organiza peleas de ratas gigantes en una mansión abandonada. Alimenta a Zuccini, su rata estrella, mientras me cuenta, como una confidencia, que ella amaba hacerlo entre el estiércol.

Zuccalmaglio. Turbante púrpura, bigote ancho, ojo de vidrio. Falsificador de firmas en el bajo. Me recibe contento en su oficina, hace mucho que no lo visito. Al preguntarle, me revela que la chica de la famosa anécdota con el caballo era Manzanita.

Antonovka. Bigote ancho, trenzas largas, capa verde. Controla el embalaje de manzanas y adultera el peso por un no muy alto incentivo. Enfundado en una manta rellena de plumas, me dice al oído que desde que estuvo con ella no siente nada de la cintura para abajo.

Nickajack. Vestimenta de cuero, garfio, bigote ancho. Dealer de los bohemios de los barrios altos. Era clienta suya, y al ser una princesa desterrada, pagaba con especias. Las drogas eran muy caras, por lo visto.

Adams. bigote ancho, camisa de cocodrilo y overol. Regentea las prostitutas del muelle. La última vez que la vio estaba trabajando full-time en una de las casas que maneja. Pensaba que un marinero la secuestró.

Vuelvo a la oficina abrumado. 7 sospechosos, uno más obvio que el otro, y esa manzana de delicioso carmesí, perforada por todos los gusanos. Me siento en el escritorio y pongo la lista de los escasos enfrente mio. La miro fijo. Una y otra vez.

McIntosh
Allington Pippin
Newtown Pippin
Zuccalmaglio
Antonovka
Nickajack
Adams

No tengo la más puta idea.
Sin otra solución, saco de un cajón con llave mi adorado Ichin. Con alguno de sus poemas místicos me va a dar una mano. No me molesta hacer trampa.
Pongo los palitos electrónicos sobre el escritorio. Le pido tres monedas a mi asistente, porque no tengo un mango. Luego las tiro en el cuadrilatero brillante que forman el Ichin. Los palitos empiezan a hablar, revelandome una fracción del conocimiento místico detrás de milenios chinos.

“si la respuesta buscás
mirá hacia abajo, boludo
distraído andarás
porque la mina tenía buen culo.”

Miro de nuevo la lista. Estuvo frente a mis ojos todo el tiempo.
Que bolú.

martes, 18 de septiembre de 2012

Lose a Nose

Enajenose
de evitar hartose

entregose
al burdo goce
en la gruta lanzose
con fiera pose

tripa que tose
la entrepierna agarrose
panico infundose
por mal de un roce

angustiose
por frase que cura dijese
sin castidad, sufriese
quien desafiarme ose

su herida cose
con hilo que en mar lavose
preguntose
cuanto falta para las doce

viernes, 17 de agosto de 2012

Hole

El silencio es una farsa. Jamás hay verdadero silencio. En cuanto sucedió el derrumbe y dejamos de gritar inútilmente, entendimos de inmediato nuestra situación. Un zumbido vino a ocupar el espacio que antes llenaban nuestras voces, el chirrido de las armaduras, el crepitar del fuego de las antorchas, la vibración imperceptible de las cosas de la vida.

Después el zumbido cede su lugar al sonido del propio cuerpo. La respiración deja de ser un suspiro, más atemorizado o menos, para ser un complejo mecanismo: Se abre la válvula del pecho y un músculo bajo los pulmones se tensa y comprime, forzando el aire cerca de la nariz a entrar a las tuberías que llenan la garganta. La válvula se cierra, y el aire encerrado tiembla entre las costillas. El torso, incómodo en su extensión, se cierra sobre los pulmones y la válvula no encuentra otra opción más que abrirse, dejando escapar el aire, que ahora sabe lo que es la libertad.
Las articulaciones rechinan, hablan entre si a través de los cables del cuerpo, y recién ahí uno es conciente de lo minuciosa que es la maquinaria humana.
Cuando el tímpano se acostumbra a que el sonido provenga de adentro, aparecen las sombras de los otros en la oscuridad. Primero como el roce de la tela y el metal con la piedra, antes escondido tras el ritmo del bombear de la sangre en los oídos. Luego la saliva jugando en la boca ajena, las burbujas espesas surcando los huecos de los dientes, la lengua saboreando la nada en su prisión de carne y hueso. El rascar de los parpados, entrelazándose con tanto ruido que uno no puede escuchar nada más. El chapoteo suave de los parpados al abrir y cerrarse. El salpicar sin alegría del iris girando en la negrura. Incluso eso desaparece. Y ya nadie se mueve. Ya no hace falta. Solo resta esperar para siempre, ya que ni el hambre nos llamará a la tumba. Esperar que la nada misma nos consuma, o que alguien apriete el maldito botón.

Nuestro pequeño limbo, el hueco del hogar de una falsa chimenea, está coronado por un botón de color negro, hecho de marfil. Sobre él, en un pequeño cartel metálico, la frase “No apretad el botón”, tallada torpemente. Lo vimos momentos antes del derrumbe, pero no reparamos en él hasta que lo inexorable de nuestra situación nos lo puso en la cara, literalmente.

“Perdido por perdido”, Jonhás decía, mientras trataba de convencernos. Por supuesto, él jamás ve las consecuencias de sus actos. Decidió ser aventurero ignorando (o quizás a causa) los consejos de sus padres. Trabajó en un barco mercante, hasta que llegaron a unas costas lo suficientemente alejadas de la ley y escapó con unos hombres y suficiente alimento para un viaje corto. Lo encontré en medio de la selva, hambriento y con los ojos llenos de aventuras. Incluso en esta cripta, a miles de metros bajo la tierra, su ansia era tan fuerte como el primer día. El ansia que lo llevó a leer unas palabras antiguas, escritas sobre el pedestal que había frente a la falsa chimenea, el pedestal que activaba la trampa.

“Por algo está el cartel”, Mikael decía, mientras trataba de convencernos. Quizás esté reviviendo cada uno de sus días, repensando cada elección que lo llevó hasta aquí, a este triste paraíso de ateos, porque quien no tiene dios no tiene recompensa. Fiel creyente, su vida fue el producto de la tabla de mandamientos. Leyendo durante años sobre los santos y sus fieras hazañas contra el enemigo, su sangre clamaba por algo que no se encontraba en los libros. Su aptitud para la magia era imprescindible para cualquier aventurero que quiera triunfar, así que lo contraté enseguida. Cuando logró crear estos anillos, que nos alivian la molestia de comer, beber y respirar, regalándonos un paladeo del sabor de la eternidad, creí que mi elección había sido la correcta. Pero esta breve inmortalidad no nos dio tiempo para arrepentirnos de todas nuestras malas elecciones. Mikael, el único que sabía leer, apoyado en el pedestal, dandole el peso que faltaba para activar la trampa.

Yo estoy tranquilo. La oscuridad me abriga, me hace compañía. Finalmente encontré un lugar donde no hay que escapar, donde no hay que salir a saquear, a pelear para demostrar algo, porque no hay nadie a quien demostrar. La oscuridad esconde el botón de mis sentidos, el botón que podría romperla. El botón que ya había roto el falso silencio provocando la discusión entre Jonhás y Mikael. Pero ya no se mueven. Ya nada se mueve.

lunes, 28 de mayo de 2012

Box

La caja del estante más alto.
Pasaron diez años para que yo tuviera la altura necesaria para agarrarla.
Sorpresa.
La caja está vacía.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Through the Pink Pane

Rosa... rosa...
cierro los ojos
y la luz en mis párpados es rosa
toco mi boca
y mis dedos son rosa
calor, calor, calor
rumorea en la siesta en penumbras
una hormiguita paseando
dentro de la burbuja
suavidad de plástico
de globos que nunca vuelan

vuelan las palabras entre hilos
llevadas en la trompeta gigante
que llena de rosa el espacio
entre nuestras orejas

yo siempre estuve rosa
como chiquito en la manta grande
no se que hay atrás, o arriba
mejor olvidar los números antes del seis
es el seis! seis!
nadie quiere un traje verde
y marrón
y negro
ni cargar tubos de fuego
ni sentarse entre el gris
tarareando en rosa
allá nadie espera
nadie quiere
todo tiene su orden
(que palabra menos rosa!)
pero no voy a volver
allá, donde no me quieren

afuera las nubes lloran
y hacen llorar
verdes (militar!),
rojas (de sangrar!),
no hay nada menos rosa
que las botas sucias
que aprietan el botón
que cierra la ventana de atrás

no voy a salir afuera
nunca nunca
y si la 5ta en discordia lo pelea
sin burbujas se va a quedar
solo su cuerpo cerrado
llegó a ver la lluvia de allá
igual no se fue
cada tanto vuelve a aparecer
a veces con piernas peludas
otras con ojos celestes
a veces sin una mano
otras con todos los dientes
pero siempre se va
con la lana al cuello
debe hacer frío allá

no voy a salir afuera
nunca nunca
aunque los hilos se vacíen de gente
aunque cante solo con mis espectros
aunque no haya comida
aunque la hormiguita caiga al vacío
aunque la piel se vuelva un mapa viejo
nada me espera allá
acá todo es rosa, todo esta bien
nadie me va a sacar
nunca. jamás.

domingo, 6 de mayo de 2012

Now and here

Aquí y ahora

Cuando el sonido cobra la forma espinosa de la desesperación
cuando la parte superior de la lengua se vuelve marrón
cuando una aguja de metal se clava en la nariz
cuando el frío moldea la mano, pero de una forma especial
cuando aparece entre placas negras la melena de leon
es entonces que el pasado vuelve acá
a posar su bisturíes en la garganta

¿Qué habrá que gritar?

domingo, 22 de abril de 2012

Inside

No hace falta ir tan lejos para encontrarla
ni saltar por los vidrios de la ventana
ni alejarse más de dos pasos hacia allá
escondido tras la mano izquierda
un cuadro tan preciso
un plato transparente y vacío
con un tenedor casi destrozado
apuntando al cielo
en su dulzor metálico
claramente reflejada
la tristeza del niño blanco.

Route

Un auto camina concentrado por la ruta. El conductor no lo sabe, pero el motor conoce el esquema de su vida. Sabe que en dos minutos dejará de moverse para siempre. El vidrio automático de la puerta derecha sabe que en noventa y seis segundos se astillará y se convertirá en lágrimas. Los neumáticos conocen el enigmático símbolo que dibujarán 24 metros más adelante, que continuará en el pasto fresco, volará sobre una cerca y terminará donde una vaca pastará pasado mañana. Los tres lo saben, y sin embargo deciden continuar. Aunque el camino frente a ellos solo los lleve a la muerte, no dudan ni un segundo en avanzar, a toda velocidad. Y si dudan, no lo demuestran.
¿Qué culpa puede tener la piedra que vuela hacia la cabeza del conductor, si el motor no decidió parar, el vidrio eligió romperse, los neumáticos no dejaron de girar? la piedra solo volaba dentro de su prevista trayectoria oblicua, desde la mano de una chica hasta el arbusto del otro lado de la ruta. El conductor no lo sabía, ni la chica, ni la piedra. ¿Por qué juzgarlos, en su debacle mortal, cuando el conciente vehículo arremete decidido sobre su destino? ¿Cómo considerarlos culpables, solo porque la mano prefirió lanzar la piedra, el aire optó por no detenerla?

Un cadáver se pudre, solo en la ruta. Su carne al sol es el único juicio visible de un dios que teme decidir.

jueves, 19 de abril de 2012

Outside

Será que nunca se está suficientemente afuera

encerrado en una mirada
que miente de maneras tan acolchonadas
es fácil dejar de pensar
olvidar que el cielo no es gris
dejar viajar a los globos mensajeros
que gotean del edificio más alto
¿acaso las palabras no están
en la búsqueda de un refugio?
una casa de piedra en la orilla
donde puedan desvestirse
y descansar en paz
o quizás volarse los sesos
o tocar el piano
o pintar con sus cuerpos desnudos
los paisajes que otros ojos
con otros mensajes
olvidarán.

Algo cae del cielo
pero solo la lengua lo siente
guardando pétalos entre las grietas
tiembla, se encoje, lo sabe
pero el aire es filoso como daga
la carne blanda teme que su espejo
estalle en lanzas.

domingo, 15 de abril de 2012

Stream

Una efigie de piedra se planta en tu pantalla, ¿Serás capas de vencerlo? las marcas de mil dedos estrellados le adornan la frente y su sangre baña las mejillas como agua de mar. Impávida, mira las nubes pasar, visitarla y seguir su marcha. Hay solo un ojo en la efigie, el otro siempre esta oculto, mirando estrellas de mar temerosas de ser partidas por sus vértices. Aunque conviven con sus brazos tentaculares entre todos los demás mariscos deliciosos, mantienen su boca oculta. Jamás palabras saladas tienen que escapar. Tendrán miedo de que se cristalicen al tocar un aire ácido que expele sensaciones, que parece invisible pero se toca, y empuja, y concentra. Mueve espaldas e hilos, teje entre sus bandas elásticas un entramado violáceo que solo ciega criaturas sin ojos, siega probosis alimentarias, u oculares, u olfativas, u olvidables. tan quieto se queda el núcleo pensante sin las cadenas que lo atan a las piedras voladoras, raudas y rasantes, cazadores de peces en el exilio del desierto, bosqueando, bordeando los aromas del azúcar encadenado en hebras, cayendo como baba de lenguas de sabios ornamentados de azul fino, lápiz de cielo, del aguado vino. saltando entre piedras, cedras de ojos penetrantes clavan sus lanzas en los tobillos, inmovilizando el insecto para asimismo estudiarlo, despedazando sus engranajes, desengrasando su uniones, un esquema de la perfección en forma de tiempo de reacción, con cada sólida unidad nada mas sólida por la incapacidad de unir, que es lo que lleva al llanto, el miedo a la incapacidad, el extraño átomo que bloquea lo mas elemental, y al que hay que dividir y dividir y dividir para entender que finalmente el silencio es sólido, y no lo pueden atravesar tus flechas de vidrio prismático. Donde las grietas se refugian como semillas entre plumas, buscando el oasis en el desierto dentro del cual llover en palabras tan bobas, tan inútiles, que nadie leerá y solo servirán de cortina para esconder el verdadero fin que esconde la piedra. Sos una mierda. No me molesta esconderme a plena vista. Cubrirme en un manto de invisible sexo, una vagina aduladora a la que él siempre quiere volver. A diferencia de ella, que solo desea florecer en miles de pústulas de polen polvoriento. Florecer en cada rendija, húmeda o vacía. Llenar la plaza de cadáveres cínicos hambrientos de su propia muerte, embebidos en el jarabe bílico de sus entrañas, tan sabrosas que no pueden dejar de regurgitarlas. Bailando entre los cables carentes de vida en composición irregular, pero repetitiva de dentelladas de preocupación. Cómo me vera mi madre ante la danza caníbal, que se devora a si misma para volverse dios. Entregando la sal al niño del que solo se conoce su corona.

jueves, 5 de abril de 2012

Surprise

Tarea N°4 del taller de dramaturgia. Monólogo de 300 palabas, trabajando sobre la voz del personaje y los distintos tipos de conflicto.


Ariel
: (entra corriendo al aula en ruinas, riendo. Se acerca al banco del profesor y con la linterna comienza a hacer señas, llamando a su acompañante, quien, al entrar, le hace señas para que baje la voz) ¡Sorpresa! ¿A que no te lo esperabas, verdad? Yo me acuerdo de todo, ya deberías saberlo. Esto quería mostrarte. ¿Viste? Toda el aula está casi igual, solo un poquito descuidada, con un poquito de polvo. Bueno, un poco mucho. Pero igual es de las aulas que mejor quedaron ¿No? ¿Y, qué me decís? (silencio) Bueno, pensé que te iba a alegrar más. Pero veo que… Nada, no me hagas caso ¿Sabés qué? Un día, en un recreo, vi a una nena y a un nene solos en esta aula. La nena estaba sentadadita sobre este mismo banco, tan chiquita que los pies le colgaban. El nene era bastante más alto, aunque después no creció mucho. ¿Qué? ¿Por qué me mirás así? Resulta que los nenes estaban conversando como en secreto. Yo miraba a escondidas desde la entrada, así que no se muy bien que estaban diciendo. El nene hablaba mucho, movía las manos así y miraba a los costados, como si pispeara por donde podía escapar. La nena… no le veía la cara, porque estaba de espaldas a la puerta. Le agarraba los brazos y trataba de calmarlo. Creo que quería decirle algo, ¡pero el pobre nene no la entendía! Y al ver que no podía convencerlo, lo abrazó. Y me supongo que el nene sintió algo, porque también la abrazó. Parecía que se dormía abrazándolo. Pero entonces se atrevió a hacer algo que nunca había hecho antes. Lo besó. Y era la primera vez que besaba a alguien. Solo apoyó sus labios contra los de él, con la cara muy roja y apretándolo fuerte. El nene se soltó enseguida y salió corriendo. ¿Lo podés creer? Esa nena quedó con el corazón destrozado después de eso. E incluso hasta el día de hoy, no puede perdonarlo. ¿No te parece un poco injusto?

miércoles, 14 de marzo de 2012

Dome

Finalmente, después de años de desearlo, me anoté en un taller de escritura. Como nota aparte, también me anoté en tantas cosas que no se si voy a poder hacerlas a todas. Espero no descartar esta.

2da tarea, con correcciones. Vamos a ver si es un poquito más interesante si no escribo la consigna.


Bóveda

Ulga mira por una ventana hexagonal el gastado paisaje. Azul arriba, Azul al frente. Solo un suspiro de libertad, pero ese pensamiento es incomprensible para la gente de hoy. Da vuelta la banda roja, blanca y negra que hay en su brazo izquierdo, y sus pies encerrados comienzan a golpear pendularmente el metal del suelo. Conejos blancos como burbujas corren entre sus piernas y ella agarra a uno, le separa las patas y blande su instrumento para continuar con la tarea asignada. Control de plagas, escrito en caracteres rectos y fluorescentes sobre la banda negra que cubre su brazo derecho. Si bien es un deber cívico, este es el deber cívico que más adora. Cada vez que escucha el “Zip” de las tijeras siente como si sus pies se regeneraran lentamente, una célula nueva por cada zumbido del metal. Aunque trate a todos los conejos de la ciudad, sus pies nunca van a volver a su estado original. Ni siquiera se atreve a una operación estética, aterrada de las formas que se ocultan tras las gruesas medias de nylon y las botas de soldado.
Escucha un chasquido breve, proveniente de la radio. Inmediatamente, se voltea hacia arriba para ver a Mychelle, su capitana, con dos conejos en la mano y su rulo flequillo tintineando dentro de la escafandra. Mychelle le recordaba a su tía, tanto por la alocada melena enrulada, ahora escondida en el reflejo del casco, como por el amarillo patito con el que su traje estaba embadurnado. Su tía favorita, con la que pasaba días enteros jugando, solo jugando, a estar sobre la superficie del hielo. Partidaria de la esvástica, pensaba que con ellos se estaba mejor. Ulga no recuerda esa época con claridad, porque era muy chica, pero las costuras sobre su piel le hacen pensar que su tía estaba en lo correcto. El amarillo patito fue fatal para ella. Atacada por sorpresa por un partidario del Bagre felpudo, la agrupación rival. Tan rápido, su cara fue teñida del color del enemigo y solo tras unos segundos de estupor comprendió que jamás podría borrarlo de su piel. Quedó con estrés postraumático hasta el día de su muerte.
La radio insiste, alejando a Ulga de sus recuerdos. Mychelle y su rulo flequillo le avisan que es hora de la higienización. Se aleja de la creciente multitud de conejos con grandes pasos, saliendo por el acceso oeste de la plaza abovedada. Pasa por la cámara de presurización, engancha su traje a la cadena transportadora y se deja llevar bajo el cercano cielo celeste hasta el módulo de higienización. Entra a su cubículo y procede a quitarse el traje. Escafandra, tubos de respiración, instrumentos, neopreno. Solo las botas adornan su cuerpo. Toca su pubis, mientras recuerda el lento vaivén del rulo, abovedado entre los algodones rabiosos. Choca fieramente con el alambre, y se resigna a su último placer privado. Impaciente, enciende la pequeña ducha rectangular, entra al cubículo. Con las manos en el suelo, eleva las botas hasta engancharlas con la fuente del agua. Queda unos segundos así, suspendida, con la gravedad empujando sus masas de forma irregular. Cierra los ojos, permite escapar un suspiro lento y sostenido, como una pérdida en el tubo de oxigeno, y deja que el cremoso calor suba por su espalda.

sábado, 3 de marzo de 2012

Chatter

Exigiendo intimación
deviene la suposición
de extrema inconformidad
subyacente calamidad
redactada a letra ocho
tipografiada sin el pecho
inclusión ad hoc del hecho

bajo el proceso unánime
sin la autorización en trámite
rinde cuentas del prado
mar de hojas cruzado a nado
certifico experiencias acordadas
con mayor recaudo fueron dadas
locuaces sellos como dagas

sobre sentidos adjuntados
con mala fe serán ocultados
baraja el debate artículos gastados
señores y mujeres de pliegues ajustados
a los circuitos del lobby bicéfalo,
ejecutivo, legislativo y judicial
addendum, para terminar
sin saludo, estimados

libertad regalada
estepa auscultada
guantes reverendos
giran palabras al viento
se esconden en las hojas
de un libro sin poesía
la ultima verdad de tu universo.

lunes, 13 de febrero de 2012

C

Fluye hacia abajo
trabajo a destajo

Fluye hacia arriba
doblando la esquina

Esquiva la izquierda
ganando la alerta

Derecho derecha
empacho asecha

Baja caminos
siguiendo caninos
fauces lupinas
versea vecinas

Mano moneda
el viento cartera
salto del alto
garganta en parto

Beso del aire
caricia de madre
estela venera
altar con las velas

Mente ardiente
se llena de gente
escapa la rata
agarra la pata
nueve diez veinte
el suelo se siente
al calce vedado
altar olvidado

Chau, adiós
te pide la voz
ya no fluye más
se queda quieta
/capaz

jueves, 2 de febrero de 2012

Shore

"Mi primer recuerdo es un sueño, y ese sueño era un sueño lúcido. Quizás tuve algún otro sueño antes, pero no lo se con seguridad. Estaba en la playa, en un mediodía borroso y nublado. El viento corría fuerte y me llenaba la cara de sal. A lo lejos veía a mi papá, pero solo distinguía su silueta. Empecé a armar una escultura con arena, seguramente imitando la silueta, cuando siento la humedad del mar en mis manos, el detalle de la textura de la arena empapada, el sutil frescor del aire anunciando la claridad de la plena conciencia. Me puse de pie con lentitud, examinando mi precaria obra. Miré de nuevo la silueta y decidí ir a buscarlo. El tiempo en el sueño transcurre de forma extraña, pero creo que caminé durante una hora hasta alcanzarlo. Me dejé caer cerca de sus pies y empecé a cubrirlos con la arena mojada, golpeándola con firmeza para que quedara lo más sólida posible. Quizás, si cubría lo suficiente, él no se iría."

martes, 31 de enero de 2012

Escape

...es como un cartel en la ruta
un agujero perforado en la cúpula celeste
que parece chupar la luz que lo rodea
una interrupción en la programación
prometiendo delicias comprables
una llamada anónima con una voz
quejosa y añorada, cubierta de arena
como la lluvia después de la sequía
deliciosa quemándome la espalda
y la garganta, tan amoldada
al hueco donde se posan los dedos de la muerte
suelta gritos en esta fría libertad
como la cadena sangrante
que te promete alimentos desde un hoyo
donde nunca, nunca llega la luz
salvo al final
como el color del mar
como el olor del mal
como el último acorde
que abre la tumba del silencio
como la semilla que vuela
sobre un amplio desierto.

Esa promesa aterradora
que quisiera escuchar
una persona blanda
como una nube gris al pasar.

miércoles, 18 de enero de 2012

Night

Ella Piensa

Una tenue oscuridad cubre todos sus sentidos. La vista tapada por la noche de luna nueva y los claroscuros de la ciudad bajo las sabanas. El oído aturdido con el suave viento tras la ventana y los crujidos de los muebles que, insistentes, no quieren desaparecer de su pensamiento. El gusto, siempre correcto, imperceptible. El olfato merodeando entre los tonos de su pareja, que duerme placido a su lado. El tacto esparcido por todos los hilos de su pijama de seda. Siente la respiración de él, y trata de acompasar la suya para que sean uno. Quizás compartan los sueños como comparten la blanca almohada. Es la primera vez que duermen juntos y ni la quietud de la noche puede evitar que sus pensamientos caigan en los peores lugares. Ella no quería, pero las ideas se encadenan por su cuenta y la llevan siempre por el mismo camino. Él quiere. Definitivamente. Y ella no le va a poder decir que no. Él va a insistir y ella no lo va a poder resistir. Es la primera vez que duermen juntos, y desde el principio ella supo que iba a concluir en esto, los dos bajo las mismas sábanas. Toda la noche lo supo. El pensamiento asechaba insidioso, interrumpiendo sus palabras. Su estomago ahora se queja por haber rechazado la comida. Aprieta fuerte los músculos de su abdomen, tratando de que el ruido se desvanezca entre las sábanas. Como en respuesta al sonido, él mueve su brazo izquierdo y la rodea. La mano comienza a acariciar el sedoso pijama que cubre el hombro derecho. Es inminente, ella lo sabe. Trata de quedarse quieta, quieta, como si fuera de piedra, como si fuera un fantasma nacido de la ilusión de él, como si no fuera. Piensa en cerrar los ojos para no pensar, aunque su mirada no registre nada hace horas. Inconsciente del sordo murmullo que resuena dentro de ella, él acerca su cuerpo. El perfume de su piel atraviesa las capas de oscuridad, ella cree percibirlo. Sus manos cerradas sobre sus pulgares se apoyan sobre su entrepierna. Él acerca su nariz a la parte superior de la cabeza de ella, donde hay una pequeña mancha blanca y siente su azucarado aroma. Apoya los labios con delicadeza sobre su cabello y no siente (o ignora) el río tumultuoso que corre debajo. Él aclara su garganta, que resuena en la noche. "¿Estás despierta?". Ella no puede, no quiere escuchar, está muy lejos, muy profundo. Él baja su cabeza hasta los hombros de ella y apoya su cara en la suave seda, imaginando la piel que oculta. Mueve su mano nuevamente y la coloca con cautela sobre la cintura de ella. Nota un pequeño movimiento en la oscuridad. Sin tener claro el mensaje, aprieta la carne, inquisitivo. Insiste. "¿Tenés ganas?". Ella hunde sus ojos dentro de sus cavidades. Siente como si su piel, cada centímetro expuesto al aire, cada corpúsculo que le comunica el contacto con él, le recordara a cada segundo su existencia material. Y lo detesta. Se detesta. Quisiera morir en este preciso momento. Los ojos encerrados comienzan a gotear con lentitud. Pero, algo, ella percibe algo. Un sonido. Como si él dejase escapar un débil gemido. Una ahogada risa. Él vuelve a besar su cabello, aleja sus manos y se voltea en la cama ruidosamente. Ella está estática. Está a salvo. Una lágrima prófuga toca en silencio la almohada. Ella piensa.

viernes, 6 de enero de 2012

Struggle

Siempre gana. Él ya lo tenía bien claro. Desde pequeños, criados en el mismo pueblo, se dio cuenta que eran de una especie diferente. No por la sangre, sino por lo que yacía frente a cada uno. Su infancia fue altamente competitiva, en un mundo donde solo sobrevive quien lucha por su alimento. Ambos primogénitos por la muerte de sus hermanos mayores, tuvieron que sostener a sus familias, cuyos varones fueron segados por la guerra. Mientras el otro eligió continuar con el humilde almacén heredado, él decidió sembrar. La guerra y el hambre siempre fueron de la mano, él pensó. Logró vender sus primeras cosechas, pero a los pocos meses la guerra rozó el pueblo con sus oscuras alas, dejando los campos infértiles. La tierra quedó tan dura que no podían ni enterrar a sus muertos. Él y lo que quedó de su familia quedaron en la ruina, mientras que el almacén triunfó. Siempre ganaba, él ya lo sabía. Aquel negocio se convirtió en el sostén económico de todo el pueblo. Hasta él dependía de la bondad del otro. Incluso terminada la guerra, el control sobre el pueblo se mantuvo. Por eso cuando propuso el traslado de pueblo, poca gente se opuso. Él lo hizo. Él argumentó que esta era la tierra de sus padres, de los padres de sus padres y que no podían abandonar esa tradición. La miseria aun imperante redujo el fuego de su protesta, pero contraatacó invocando a los muertos de la guerra que seguían pudriéndose en cajones a la intemperie. La tierra impenetrable no los quería aceptar y era una falta de respeto, a sus almas y todo lo que hicieron por los vivos, que abandonaran una lucha, aunque no tuviera prospectos de salir victoriosos, era el destino que los muertos les habían encomendado. El otro ganó. El pueblo fue quemado hasta los cimientos, los muertos abandonados. Siempre ganaba.

El pueblo entero actuó como nómades durante varios años. Muchos no completaron el viaje. Él sobrevivió al resto de su familia, como si el destino tuviera preparado un papel para él. Viajaron siguiendo las inescrutables direcciones del otro, ahora virtual líder de la aldea caminante. Se erigió un culto a su persona. El salvador, lo llamaban, aunque la salvación no se veía por ninguna parte. Él solo sentía incrementar su odio cada vez que recordaba esa ciega fe. Decidió escapar de todo eso unos días antes de que llegara la revelación. Aquella larga travesía sin rumbo aparente, tenía una finalidad: separar a los fuertes de los débiles. Los fuertes abandonaron la fútil travesía. Los débiles murieron bajo el hambre y el agotamiento. Él, por ser el más débil de los fuertes, fue el último en escapar de aquella masa itinerante que solía ser su pueblo. La revelación cayó como hierro fundido sobre las espaldas de los sobrevivientes. El otro, abusando de su absoluto dominio, los vendió como esclavos. Hombres, mujeres, niños, todos por igual. Él no tardó mucho en enterarse de la revelación, alojado en la pobreza del reino esclavizador. Juró venganza contra el otro, fuente de todos sus males y de la desaparición de cualquier rastro de lo que había sido. Él pasó años preparando su solitaria revolución, repitiendo como mantra que si siempre ganaba, con él iba a perder. Él era su derrota. El destino lo había elegido a él, lo salvó de las insistentes garras de la muerte para encarnar la derrota del otro.

Años pasaron. El otro sumido en la gloria de su propio ducado. Él estaba listo para concretar su venganza. Hundiéndose en el barro más turbio, colocó explosivos en los puntos claves del castillo. Los detonó sin piedad, matando a cientos. Perpetrando el plan que él planeaba desde hace miles de noches, el otro huyó por el camino indicado. Con la temporaria ayuda de la magia fue eliminando las capas de acero y carne que lo separaban de su enemigo, hasta que logró cercar a su némesis contra un acantilado que apuntaba a un sol de sangre. Él gritó, lloró, repitió un discurso que nunca había oído, pero que llevaba escrito en la piel. Él lo instó para que se redimiera, que le pidiera su perdón a todos y cada uno de los dioses de la tierra y el cielo, que clamara llorando sobre la tierra de sus padres por la redención que él se alegrará de negar. Pero el otro no lo hizo. Solo se rió levemente, esquivando sus ojos. "No me importa". Él arremetió con todas sus fuerzas, pero el otro, con una excesiva calma, lo logró desarmar y arrojar su espada al mar. Descartando su propia arma, el otro dijo: "¿Qué pensás hacer?". Él lo empujó al vació, lejos de la tierra, para que encontrase su fin en las rocas saladas. Cuando su sangre se enfrió, él miró el cadáver. Mecido por las olas del mar, parecía disfrutar de su sueño eterno. Levantó la vista, contempló la herida que se extendía sobre el océano. Siempre gana. El otro siempre gana.