domingo, 20 de febrero de 2011

Enemy

El enemigo acechaba en la oscuridad. El suave crepitar de la hoguera ocultaba los imperceptibles sonidos que hacia nuestro atacante al dar su suave paseo a nuestro alrededor. La débil luz anaranjada apenas iluminaba a 15 pasos, pero no nuestros ojos, sino nuestro corazón nos indicaba que el atacante estaba cerca. Desenvaine mi arma, y con el reflejo del brillo del fuego en su filo espié en la absorbente oscuridad. Escuchaba a mis compañeros, murmurar sus ininteligibles rezos antes del próximo combate, sus articulaciones contrayéndose por la tensión de la impaciente espera. El ataque que incipiente se alzaba sobre nuestro campamento como una mano invisible dispuesta a matar a una insignificante mosca. Solo cuando veamos su sombra podremos enfrentarlo ¿será uno? ¿Serán varios? ni siquiera nuestro mago se atreve a lanzar un conjuro de luz hacia la negrura y revelar un misterio que quizás sea aterrador. Miro de frente a la oscuridad que planta sus garras junto a mis pies, y pregunto con mi férrea mirada por que tarda tanto. Si fuera más débil, ya hubiese huido. Si fuera más fuerte, ya estaríamos muertos. Si tuviésemos en igualdad de condiciones, no nos haría sufrir esta abominable espera. El sudor corre por mi frente, recorre mi cuello, se une al torrente que se desliza por mi espalda, y es probable que llegue al suelo antes que yo pueda lanzar un ataque, o que ellos lo lancen. Quiero girar para ver a mis compañeros, pero cualquier segundo de descuido puede dejarnos abiertos a un ataque sorpresa. Bien sabemos que todos morimos algún día, pero no por ello hay que adelantar la visita de la dama roja y negra. Quiero escucharlos, que alguno de mis sentidos logre percibirlos y saber la naturaleza exacta de su asedio. Pero solo mi intuición esta despierta a estas horas. Me grita al oído, advirtiendo el daño que se cierne sobre nosotros ¿será algo incomprensible? ¿El despertar de un dios antiguo, cuyo poder esta tan lejos de nuestro alcance que ni las mismas leyes de la tierra y la magia pueden contenerlo, quebrándose en mil pedazos con tan solo su presencia? el sudor que empapa mi mano hace que el mango de mi espada se afloje ante mis dedos, pero no puedo demostrar debilidad a los millones de ojos negros que me miran, esa terrible oscuridad que estremece mi pensamiento. Que se acabe esta espera, que el enemigo ataque de una vez, antes de que comience a perder la cordura.

El mago del grupo, el más cercano a la hoguera, sonríe levemente iluminado por el cada vez más tenue fuego. Lanza un conjuro mortal a cada uno de los puntos cardinales, alcanzando a sus cuatro compañeros, demasiado distraídos enfrentándose a un enemigo invisible, como para preocuparse de él.