Nobody cares/Sobre la libertad
Tarea final de una especie de taller de 'creatividad'. Sin embargo, la consigna decía que había que escribir un manifiesto con respecto a la actuación y lo que aprendimos durante el taller. No le hice mucho caso.
Reviviendo un tag que no uso hace dos años.
A nadie le importa
“A nadie le importa”. Es un pensamiento muy deprimente. Es algo que no nos queremos ni imaginar como verdad, una frase de la que huimos constantemente. ¿Acaso podríamos seguir viviendo pensando, teniendo la vaga certeza de que lo que hacemos no le importa a nadie, no afecta la vida de ninguna otra persona? Todo lo que hacemos lo hacemos para los demás. Comer las verduras, sacar buenas notas en el colegio, portarse bien para contentar a los papis y las mamis. Ser agradable, canchero, copado, interesante, dispuesto y buen compañero para que nuestros amigos sigan a nuestro lado. Ser buen amante, atento, amoroso, lo suficientemente libre pero lo suficientemente dependiente, confiable, estar siempre, ser perfecto para que nuestra pareja no nos deje. Ser responsable, seguro, fuerte y sensible a la vez, tener todas las respuestas para que nuestros hijos estén bien, para educarlos bien, que triunfen por sobre los demás, para que la sociedad toda pueda verlos y decir “que buenos hijos que criaron”. y nos regalen sonrisas y felicitaciones. Triunfar, ser original, creativo, poder expresar cosas que nadie más contó, concebir ideas que cambien el curso de la historia, tener mucho dinero, viajar por todas partes, ser cosmopolita, culto pero no snob, para impresionar a la sociedad, que nos recuerden y conseguir una precaria inmortalidad en la imaginación de algún desconocido. Todo, todo lo que hacemos es para los demás. Nuestra vida entregada a los demás. ¿Cómo podríamos pensar que no les importa? Pero es la verdad, cruda y triste. Ese amigo que escucha tus problemas, es puramente circunstancial. Le gusta escuchar, y si vos no estuvieras escucharía la radio. Tu pareja no te ama. Está a tu lado porque era lo más fácil, lo más a su alcance que tenía. No le interesan tus proyectos, ni tus secretos, ni tu historia. Y aunque se lo cuentes mil veces, no va a entender lo que sentiste cuando escuchaste ese tema por primera vez. Hay que aceptar la realidad. “A nadie le importa”. Repitamos, “A nadie le importa”. Nos conocemos a nosotros mismos. Sabemos todas nuestras miserias, y también sabemos que nuestro principal (sino único) interés es resolver nuestras dificultades, pasarla bien, ser felices. Y después, si queda tiempo, preocuparse por lo que le pase a los demás. No hay ninguna razón para pensar que no sucede exactamente lo mismo para todas las personas. Cientos, miles, millones de espaldas dobladas, ojos clavados en los ombligos. Repitamos una vez más, “A nadie le importa”. Esa es nuestra verdad. Ahora bien, esta verdad no es para nada triste. Esa fea sensación es solo una débil apariencia, la cáscara que recubre un valioso interior. Si logramos atravesar esa capa (vamos, no cuesta tanto), vamos a llegar al verdadero significado de la frase. “A nadie le importa”, hagas lo que hagas, nadie se va a fijar en eso. Nadie te va a juzgar, nadie te va a mirar. Sos invisible ante todas las miradas. Sos libre. Absolutamente libre para hacer lo que quieras, todo lo que quieras, cuanto y como quieras. Sos invisible, intangible, nadie puede verte ni detenerte. Podés vestirte con un enterizo rojo furioso y desfilar por la calle repartiendo preservativos, y a nadie le importa. Podés abandonarte en una plaza cualquiera hasta morir de hambre, y a nadie le importa. Podés estudiar y graduarte con honores, y a nadie le importa. Podés conseguir un empleo mediocre, ganar lo mínimo y vivir lleno de placeres pequeños, y a nadie le importa. Solo a vos. Sos libre para elegir lo que quieras hacer, de la manera que lo quieras hacer. Podés caminar por la ruta o en medio del barro, seguir los planes o cagarte en todo, comer con cubiertos o con la mano, hacer lo que te venga en gana, incendiar bancos con bombas molotov o seguir al pie de la letra todas y cada una de las leyes de la sociedad. Sos libre, ahora y siempre, para hacer todo, sin que nadie te pueda detener. Lo único necesario, el único requisito, es tener determinación. Una determinación como una espada de acero irrompible. Una espada con la que cortar los árboles y construir tu casa. Una espada con la que cavar la tierra y sembrar tu campo. Una espada con la cual penetrar las más duras rocas sin el menor esfuerzo. Una espada con la cual cortar a los demás, cortarte a vos mismo, cortar lo que sea, porque el ojo de Dios, el gran ojo del cielo que todo lo ve, está ciego. Y si querés, podés apuñalar ese ojo hasta que bañe de sangre toda la tierra. Esa poderosa determinación está forjada por los deseos de uno, por el conocimiento de lo que uno quiere sinceramente, y es eso lo que le da esa fuerza imparable. Cómo discernir los deseos de uno, cómo convivir en un mundo lleno de espadachines violentos, cómo es la manera correcta de usar la espada, todos estos son asuntos que necesitan resolverse para poder llegar a esa verdadera libertad. Pero, para ser sinceros, no son tema de este manifiesto. Porque, no lo olvidemos, “A nadie le importa”.
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