sábado, 29 de agosto de 2009

Destroy

Pasos para destruirme

1.
Yo siempre la miraba. Su cabello mal teñido, una pequeña voz, sus tontos rasgos árabes, sus pequeñas manos con cuidadas uñas, su costumbre de no mirar directamente con quien está hablando. Detalles absurdos que me daban deseos de acercarme a ella. Trabajábamos en la misma compañía, pero en lugares separados. Las veces que la cruzaba teníamos breves pero motivantes charlas, que alimentaban el fuego de mi cariño por ella. Sus tímidos ojos oscuros mirándome furtivamente distraían completamente mi atención. Mi jefe, quien se llevaba bastante bien conmigo, tenía puestos sus ojos en ese par de tetas desde que ella llegó a la empresa. Pronto me enteré por parte de él que se habían puesto de novios.
Mi jefe vivía en Caballito, por lo que ambos tomábamos la línea E del subte para ir a nuestras respectivas casas. Ese día ella lo acompañaba. Entre trajinar del tren, ella posaba levemente sus ojos en mí. Yo miraba la ventana, distraído. No había nada que mirar allí. San José, Independencia, Entre Ríos. Mientras las estaciones se sucedían, la temperatura dentro del tren aumentaba. Mi jefe me alcanzó su celular. Miro la pantalla brevemente. El modo de filmación estaba activado. "Filmanos besándonos", me dice. Veo los ojos de ella mirándome fijo, pidiéndome algo. "Tomanos de cerca, que se vea bien", apura mi jefe. En el ruidoso silencio del subte, inmortalizo la imagen de sus labios entrelazándose, saboreándose. Infinitos ojos registran las escenas. En ningún video ella mira a la cámara.

2.
Yo siempre lo miraba. Su tez morena, sus ojos color miel, él cómico acento cordobés que no sabía ocultar, tontos detalles que me agradaban. Me hacía sentir segura con sus palabras. Pero se que nunca me quiso. Semanas, meses de charlas de café, penosos intentos de propuestas de parte mía para que nos conozcamos mejor, pero él siempre las rechazó. Realmente no debo ser una chica atractiva para él. Nunca expresó ningún cariño hacia mí. En cambio, Martín me quería. Tomaba mis manos con ternura, y mientras las besaba me recitaba mentiras al oído. Sabía muy bien que no soy la primera mujer con la que estuvo. Junto a Martín creía que sí podía ser fuerte.
En una ocasión, yendo hacia su casa, apareció él. Se apuró para subirse al mismo tren que nosotros. Se sentó enfrente de nosotros y trató de hablarnos con confianza, pero nunca se dirigía hacia mí. Martín me susurro alguna chanchada en el oído y le pasó su celular a él. "Filmanos besándonos", le dijo. Yo había hablado con Martín mil veces sobre el tema, y siempre le expresé que odiaba que nos vieran haciendo nuestras cosas privadas. Pero no pude negarme. No me atrevía a pelearme enfrente de él. No quería enojarme enfrente de él. Lo miré, suplicándole piedad, ayuda. Pero fue en vano. Él siempre fue un alegre cómplice de mis vejaciones.

3.
No pude dejar de mirarla desde que llegó a la empresa. Pelirroja, piernas torneadas, carita bonita y bien curvilínea. Todo lo que podía pedir en una mujer. Avancé pronto, para que nadie me la cagara. Con unos cuentos interesantes ya me la había ganado. Besaba como los dioses, pero en el sexo era muy torpe. Un buen cuerpo no es sinónimo de buen estado físico, por lo visto. Pero aún así la quería. Se ponía quisquillosa a veces, cuando le hacía las propuestas más osadas, pero nada que unos cuantos regalos no puedan arreglar.
Una vez, mientras íbamos a mi departamento, se apareció uno de los empleados a mi cargo en el subte. La puerta del tren casi lo parte en dos al flacucho. Se sentó y comenzó su habitual charla preprogramada, que el clima esto, que el laburo aquello. Pero pronto me di cuenta quien era realmente. Era ese boludo que le tiraba los galgos a mi novia. Lo había visto un par de veces intentando charlar con ella, siguiéndola con la mirada, preguntando por ella cuando faltaba a la oficina. No podía perder la oportunidad de demostrarle quién es el que manda. Tendrían que ver la cara que puso cuando le di el celular. "Filmanos besándonos", le dije. Como él se quedo paralizado, agarré a mi chica y comenzamos a besarnos apasionadamente. Al principio él estaba medio reacio, pero después el muy boludo se emocionó y nos filmaba con ganas y las manos temblando. Podría apostar que a él también le gusto todo.
Lo lamento, pero si con destruir tu confianza evito que te acerques a mi chica, te destruiría mil veces.

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