Last Night's Dream (II)
Huíamos. Estas situaciones siempre abren la puerta al escape, una puerta llena de carteles luminosos y alfombras de suave pisada, a las cuales difícilmente nos resistimos. Huíamos como no se hace en la realidad. No sabía si lo ficticio era la huida, de quién huíamos o la ciudad torcida que nos rodeaba. Pero tomé tu mano, acelerando mi paso, dejando que tus alocados rulos me guiaran hacia el mañana. Algo del tacto de tu piel, de tu olor a ropa recién lavada me refugiaba, como la casa donde viví por mas de 20 años subida a dos cortos zancos y corriendo entre los autos, envuelta en una bufanda azulada con aroma a aceite, vainilla y asfalto húmedo. Corriendo toda la noche, decidimos refugiarnos en un banco. No un banco de plaza, no un banco de arena. En el templo del sistema decidimos guarecernos, anclar y tomar impulso para seguir huyendo. No había caras que nos juzgaran, solo nosotros y el frío mármol que mantenía en su interior el recuerdo de los esclavos. Miré tus ojos que se abrían hacia la nada de nuestro futuro. No había nada que preguntar. Allá afuera, una ligera noche se apoderaba de la ciudad, las sombras despertando a los pequeños placeres anaranjados. Gente cenando sus ricas cenas, gente saliendo a olvidarse de si misma, gente conociéndose para ayudar y ayudarse. Quizás, siendo felices en el proceso. Había alguien más con nosotros. Una arruinada madre con uno o dos niños pequeños, silenciosos. Escondida como nosotros en el silencio del templo, su cara solo era capaz de reflejar su miseria. Tus ojos titilaron. Te acercaste a ella con dulzura y le entregaste un pan, el último combustible de nuestro escape. Ustedes lo necesitan más que nosotros, le dijiste a la madre mientras despertabas con tu mano las mejillas de los niños. Lloré, lloré enterrado en mí mismo. No se cómo hacer para que sientas lo mismo que yo. Cómo hacer para que entiendas lo que siento cuando me mirás. Me enterré en tu piel y quise seguir descendiendo, descendiendo hasta lo más profundo de tu ser. Llegar allí y desprenderme de todo, morir y reencarnar en tu alma. Así quizás, solo quizás, lo habría hecho bien.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario